Automovilismo en Morón

Inicios del automovilismo

Argentina fue uno de los países que en las primeras décadas del siglo XX mostró una de las tasas de motorización más grandes del mundo, ostentando el mayor número de automóviles en América Latina y la proporción entre automóviles y población similar a la de Francia y superior a la de varios países europeos. El automóvil se difundió rápidamente primero entre la élite y luego entre sectores medios de industriales, profesionales y comerciantes, convirtiéndose en una diversión lujosa y extravagante, para devenir en un medio de transporte e instrumento de trabajo.

La expansión del uso del automóvil estuvo acompañada por la adhesión cultural a los nuevos vehículos impulsando, además, la aparición de un amplio campo de negocios e intereses que emergió en la década de 1910 y se consolidó en la década siguiente. Este campo daba sustento también a la emergencia de una “cultura del automóvil” cuyos aspectos centrales eran el desarrollo vial, la conformación de asociaciones automovilísticas y el desarrollo del automovilismo deportivo y el turismo en automóvil. [1]

En Morón también se extendió el uso del automóvil y ya en 1919 en 25 de Mayo y Rivadavia, Carlos Wilcock había establecido una agencia de venta de automóviles Ford. Se abrieron además varios talleres mecánicos, que promocionaban en los periódicos locales tanto la reparación de autos como la venta de combustibles, repuestos y neumáticos. Para 1928 ya se habían instalado otras agencias: Juan C. Parpaglioni vendía autos Rugby, Flin y Locomobile; en la calle San Martín, J.M.Nardelli tenía una agencia Fiat y en Haedo, Demicheli y Heguilein vendían autos Crevrolet y Oldsmobile. En esos años también en el bar Sportman, un grupo de amigos entre los que se destacaban Luis Turchetto, Carlos Bello, Alfredo Kade, Bernardo Schwarzberg, José Bellio, Rogelio Passadore y Osvaldo Weiss, fundó el Morón Automóvil Club (1927) que organizaría numerosas carreras automovilísticas.

Aviso auto Fiat El imparcial. Año 1927.

El Automóvil Club Argentino surgió en 1904, a iniciativa de algunos miembros de la élite porteña. Su primer presidente fue Dalmiro Varela Castex. Entre los objetivos de la asociación estaba el de fomentar el automovilismo en el país y con ese motivo se organizó la primera carrera, que unió el barrio de Recoleta con el puerto del Tigre en 1906. En 1910 se llevó a cabo una carrera de mayor extensión entre Buenos Aires y Córdoba, el mal estado de los caminos hizo que los corredores tardaran seis días en culminar el trayecto. Fue en 1914 cuando el ACA estableció el Gran Premio Argentino de automovilismo, como una prueba estable que se desarrollaría cada año.

El Gran Premio Argentino de 1914 organizado por el Automóvil Club.

A partir de 1914, entonces, doce grandes premios organizados por el Automóvil Club Argentino tuvieron su punto de largada y llegada en el cruce de Gaona y Vergara, en la ciudad de Morón. Allí se encontraba un punto de reunión obligada para los automovilistas: el almacén de Cagnoni, lugar donde los corredores arreglaban sus autos, esperaban los controles, confeccionaron las planillas, y en las inmediaciones los vehículos cargaban combustible que se trasladaba en grandes barriles con mangueras que proporcionaba la fábrica de fideos del señor Valsuani.

El Gran Premio de 1914 se llevó a cabo entre la ciudad de Morón y Córdoba, en un recorrido de 759 km, posteriormente perdió esa categoría y se la designó como carrera de velocidad libre. Esta prueba automovilística, se corrió en trazados abiertos y sobre caminos de uso público, todos de tierra y casi sin señalización. De los corredores que habían comenzado la marcha en Córdoba sólo seis llegaron a Rosario y cinco se clasificaron en Morón.

1º: Abel Ireneo Poblet. Springuel. 14hs.24’ 34’’

2º: Santiago Turina. Case 14hs. 40’ 10’’

3º: Isidro Pastor. Imperia. 16hs. 11’ 38’’

4º: Diego Basset.

5º: D’ Arhampé.

Promedio del ganador: 49.180 km/h.[2]

En aquellos años, como se ha señalado, los autos eran artículos de lujo, propiedad de gente de dinero y también de comerciantes que buscaban promoción para los autos que vendían. Como el caso de Poblet, ganador del primer gran premio de 1914 con un Springuel (marca belga que él representaba en Argentina) que cubrió el trayecto a Córdoba en menos tiempo que el tren, por lo que esto servía como una gran promoción para el uso del automóvil.

En esa década el trayecto Morón-Arrecifes-Rosario-Córdoba (ida y vuelta) se convirtió en un clásico y en él se destacaron intrépidos pioneros que fueron pilotos de destacada actuación y corredores históricos: Mariano de la Fuente, Ernesto Blanco, Domingo Bucci, Raúl Riganti.

Hacia fines de los años veinte el automovilismo deportivo se estaba consolidando, numerosas marcas competían en esas carreras, entre ellas Studebaker, Mercedes, Chrysler, Hudson, Bugatti, Studebaker, Lancia, Ford, Jordan y Alfa Romeo.

LOS GRANDES PREMIOS

Esta rápida expansión convirtió al automovilismo deportivo en una actividad nacional regulada por ACA, con sede en Buenos Aires, que mantenía el control sobre los Grandes Premios y organizaba la mayor cantidad de carreras, seguido demasiado lejos por el club de Rafaela con sus 500 millas.

En 1931 y 1932 la largada pasó a ser en Luján, mientras el número de participantes ascendía notablemente. En 1934, tras la prohibición de realizar carreras en las rutas de la Provincia de Buenos Aires, el recorrido pasa a ser entre Rosario y Resistencia.

Es importante señalar que los elementos que constituirían la esencia del Turismo de Carretera (TC) años después estaban ya allí: caminos pobres,  público curioso, pilotos osados, aventureros y mecánicos acompañantes capaces de las reparaciones más insólitas. Este contexto “romántico” iba a estar acompañado con  la idea de que el automovilismo era la expresión máxima de la modernidad, la unidad  entre productos industriales y destrezas individuales.

En 1935 el Gran Premio llegó a Chile con largada en Buenos Aires en donde a la velocidad pura se la reemplazó por la regularidad, es decir con un máximo de velocidad.

En este Gran Premio se pasó a “una nueva fórmula de grandes carreras en carretera, al coche de turismo transformado en una máquina de carrera, conservando más o menos la apariencia de un automóvil común”. Así se dejaba para siempre la etapa pionera.

Se regularon, asimismo, de un modo claro los tres tipos de competiciones: la de pista que debía hacerse en circuitos tipo parque o caminos pavimentados o arreglados que no debían exceder de los 5000 metros, los de velocidad en pistas pavimentadas o arregladas, cerradas para el público, que permitían velocidades de más de 120 km/h y la de carretera con un recorrido no inferior de los 500 km sobre carretera o en circuitos naturales. El Gran Premio de 1937 es el primer recorrido por gran parte del país ya que pasa por quince provincias e instala la carrera en el imaginario nacional de un modo definitivo.

Carrera de autos largada Gaona. Década del 20.

Los circuitos automovilísticos de Morón

Frente al almacén de Cagnoni, en el cruce de Acceso Oeste y Brig. Juan Manuel de Rosas (ex Vergara) estaba emplazado el primer circuito permanente que tuvo nuestro automovilismo pistero. Allí nació el automovilismo argentino en pistas.

El Circuito de Morón llegó a ser el más famoso de todos, con una recta de macadam rumbo a Bella Vista y el otro una recta de largada por el camino de tierra a Puente Márquez. El legendario Circuito Grande comprendía 40 kilómetros y era un triángulo cuyos vértices eran Morón, Moreno y San Miguel. En su variante corta (el “Circuito chico”) medía 18.5 km, cortando por la avenida Pedro Díaz (Villa Tesei).

En estas pistas se desarrollaban al menos una docena de carreras al año tanto de autos como de motos. Incluso el circuito “chico” sirvió para que en 1924, Juan Antonio Gaudino, estableciera un récord, el primero de nuestro automovilismo: 24 horas de marcha. El almacén de Cagnoni sirvió de cuartel general para la empresa. Conduciendo un Fiat 501, el 8 de diciembre de aquel año cubriendo las 24 horas, se certificó un recorrido de 1.730,7 km los que acordaron un promedio de 72,112 km/h. Registro altísimo para una máquina sin preparación alguna.[3]

Otro circuito muy concurrido en Morón fue “La Pomona” (ubicado en Arenales, Córdoba, Hipólito Yrigoyen y Curupaytí. Según el vecino Alejandro Valsuani, las calles eran French, Don Bosco, Luis María Campos y Arenales). Durante la década de 1940 disfrutó de gran popularidad, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, cuando en los alrededores de Buenos Aires se organizaron las primeras competencias barriales, sin carácter oficial, de las cuales Juan Manuel Fangio era un visitante asiduo. Con un coche prestado por un vecino moronense, el bicampeón de Turismo Carretera participó en nuestro circuito en febrero de 1946. Una de las carreras debió suspenderse porque la pista estaba anegada por la lluvia, y Fangio que volvía a correr luego de cuatro años de inactividad, quedó en el segundo puesto después de Domingo Porta.

Juan Manuel Fangio en La Pomona

Los circuitos automovilísticos desaparecieron bajo la urbanización de nuevos barrios y la apertura y pavimentación de sus calles, pero el automovilismo en Morón continuó contando con numerosos adherentes. En los años sesenta y sobre todo en los setenta surgieron las conocidas “Peñas automovilísticas” con nombres característicos como La tortuga comprimida, La Piña, El Block, El Gallo. Eran grupos de amigos que se reunían en algún taller mecánico para preparar autos, algunos modelos anteriores a 1930 que se denominaban “cafeteras”; en muchos casos el mismo mecánico preparador era además el piloto. Por aquel entonces en la Argentina se producían más de 200 mil automóviles por año, lo que explica en cierto sentido el furor “tuerca” que despertó en Morón la participación de muchísimos aficionados. Estaban a disposición en el mercado nacional las plantas motrices que equipaban a los Falcon, Valiant, Rambler, Chevrolet 400. Estas posibilidades configuraron un punto de partida hacia un nuevo automovilismo. Estos autos de uso corriente fabricados en el país, eran accesibles al potenciamiento que agregaban los técnicos mecánicos profesionales y amateurs de las distintas categorías del automovilismo nacional.

Peña «El Loro Rengo»

[1] Melina Piglia. El Automóvil Club Argentino, el Touring Club Argentino y la “cultura del automóvil”.

[2] Lacoste Alberto, Oeste V Siglos, Nº 4, 2001

[3] Ricardo Lorenzo. “Treinta años en el deporte”